Sunday, April 23, 2006

Nuestro amor vale por todos los amores que han existido desde la creación del mundo Nicolas, vale por todos los nacimientos y todas las muertes, por cada renacer, por cada uno de los viajes que el antiguo hombre emprendió para descubrir nuevos mundos, por cada empresa trazada, por cada sueño presente en un niño en el más lejano confín de la tierra.
Te amo y extraño tanto Nick, mi corazón no renuncia a ti aunque no sabe del tuyo, mis manos preparan mis cartas y la vida cotidiana que me has dejado desde tu partida las revuelve, las baña de dolor, de amargura, de una tristeza que no me abandona, pero también de una esperanza que no se desvanece al saber que en algún lugar de este mundo continúas un camino paralelo al mío.

No sabía que desde hace cinco meses existía alguien más en tu vida de manera continua. Tal vez lo suponía, pero al no verte pensaba que no me importaba, que no me importaría mientras aquello no fuera lo suficientemente fuerte como para romper el sentimiento que me mantiene atada a ti; a la mía también llegó alguien que me bendijo con un amor comprensivo y que muy a tiempo me ofreció el mayor don al devolverme a ti, a mis más profundos sentimientos. Me dejó ser libre y me sentí feliz, se lo agradezco. Pero ahora, ... Qué harías si un día, uno como hoy, uno parecido a esta tarde, una mujer viniera a ti para darte la noticia, para decirte que ella y tú... y con ello destrozara tú corazón, ella tal vez sin darse cuenta, tal vez... La escuchas perpleja. Ella te señala que ya te lo había dicho antes y piensas ¿cuándo, dónde, cómo?, jamás lo dijiste, reclamas en silencio, mientras un agudo dolor penetra en tu garganta. Y entonces, te detienes, no puedes decir nada, sólo atinas a esbozar un tímido no lo sabía, felicidades, lo siento, debo irme, y te disculpas como puedes, y cierras todas las ventanas y tus ojos lastimados, y le reclamas al aire por qué, por qué, porqué no lo dijiste antes, yo pensé que eras su amiga, que habías entendido que cuando mencionaste su nombre algo dentro mío estrujaba mi corazón, que sabías, que habías entendido que yo lo amaba...

Friday, April 21, 2006

Viernes 21 de abril

Había esperado este viernes desde aquel 15 en que vi tu nombre e inscribí el mío unas líneas más abajo del tuyo. Después fue la fatalidad, me informaron que no podía ser parte del grupo ni de la ceremonia que tanto había esperado, por culpa de un detalle que hoy me parece absurdo, una nimiedad ridícula que me aleja de la culminación de toda esta bendita ansiedad que tarda en difuminarse.
No podré ir a verte, un mal accidente, una mala sensación ronda mi corazón y me lo prohibe. Y sin embargo, no puedo dejar de recordar que me preguntaba como sería volver a verte, cuanta turbación podrías volver a provocarle a mi corazón, cómo sería bailar contigo culminada las palabras de clausura, cómo sería ver llegar la noche de fiesta y esperar que me tomes de las manos sin decir palabras para bailar, bailar, bailar toda la noche hasta cansarnos, como sería después de los birretes lanzados al aire. Terrible es la mala sensación de toda esta tarde, la prisa, la quietud, la pausa, la inquietud nuevamente; y el pensamiento a varias millas de aquí, allá ya no sé donde, probablemente en aquel lugar que me inclina a extrañarte tanto hoy.
Te he amado como creo que no podré volver amar a nadie Nick, sé que no volveré a sentir de la misma forma en que hoy lo hago, con tanta dolor, con tanta inquietud, con tanta ternura, pasión y con tanta insensatez. Creo que fue por eso que necesitaba decirlo, ya esta hecho pero no hay respuesta. Debo continuar camino aunque el eco de tu nombre siga resonando día tras día y yo tal vez nunca pueda perdonármelo. Toda ese sentimiento convertido en lágrimas hoy es mi regalo, le agradezco a Dios por dejarme saber que existes, como en mis sueños, mejor que en ellos, por dejarme amarte y aceptar tu amor tal y como vino a mi.
Mi ceremonia es espiritual y solitaria Nicolas, culminamos hoy junto a nuestros compañeros un largo trecho. Siento tristeza al no poder compartir una más llena de gente, más linda, más real, más bailable, menos triste. Lamento no poder estar contigo. Necesitamos seguir preparados para continuar todos los post-grados que siguen en esta universidad de la vida.
Cariños y felicidades, para ti, para mí, para todos.

Thursday, April 20, 2006

El silencio de los corderos

Por Hubert Lanssiers

Era un monolito.
En medio de la agitación frenética que caracterizaba, en ese entonces al terraplén de Lurigancho, donde hordas de rufianes, cargados de lanzas y chavetas iban y venían, se interpelaban, se congregaban y dispersaban; arrastraban ollas, catres y esteras como los griegos melenudos a punto de iniciar el asalto a Troya, este hombre de 45 años, alto, rubio, se erguía, inmóvil, petrificado, como la estatua del más absoluto estupor.
Había sido arrestado mientras efectuaba una diligencia en no sé qué oficina pública y traído, esposado, a este planeta de escorpiones iracundos.
El “caso” era trivial. Se buscaba a un joven de 22 años, de raza negra, que tenía el mismo apellido que él. La administración se demoró seis días de reconocer que el producto no correspondía a la etiqueta.
Cuando empecé a interrogar al señor, parecía emerger del limbo. Se puso a recuperar, lentamente y con esfuerzo, estas pobres tiras de información que constituyen la identidad de una persona, como si estuvieran medio borradas y pertenecieran a una vida anterior, vagamente recordada.
Esta ruptura de la identidad, esta mutación repentina de un inocente proclamado culpable, con tambores y trompetas y pregoneros, constituye la primera explosión que desintegra la coherencia de una vida. Es como un accidente de tránsito; el conductor se dirige apaciblemente a su casa cuando es embestido por un vehículo loco y, de repente, despierta en el hospital con la columna vertebral seccionada.
Se ha producido lo irreversible.
Aquí se inicia este proceso inicuo que los anglosajones llaman character assassination: el tuteo humillante, el atropello, la promiscuidad, la lenta disgregación de la dignidad propia y de la imagen que uno tenía de sí mismo.
La miseria del Poder Judicial, con sus carceletas inmundas, sus jueces con medallas de latón y sus fiscales que no han leído el expediente, contribuye a fabricar esta atmósfera de teatro provinciano donde unos actores solemnes masacran el libreto mientras que la platea se atiborra de pop-corn.
Esta sensación de futileza, esta impresión que uno tiene de ser una plastilina, un objeto manipulable, formable y deformable por cualquier administración que ignora todo acerca de lo que uno es, de su historia y de sus trabajos, de las circunstancias y de los eventos que lo modelaron, de sus amores y de sus amistades, de esta lenta sedimentación de pensamientos, de acciones y de impresiones que poco a poco, elaboraron su substancia; esta impresión de haberse convertido en un plancton pasivo, en espuma vomitada en la playa; todo esto erosiona la personalidad de un hombre que tenía, hasta ahora, la convicción de ser único y que descubre que, de hecho, es un producto descartable, la materia prima triturada por una monstruosa maquinaria que ni siquiera tiene conciencia de su propia existencia.
Entonces, nace el miedo; un miedo insidioso y sofocante que destruye todos los mecanismos de defensa.
La compacta y absoluta indiferencia de este sistema resulta mucho peor que una hostilidad declarada porque ni siquiera niega la existencia del individuo, sino que la ignora y el hombre se confunde con la garúa, se diluye en ella, desaparece. Es el natch und nebel, la noche y la neblina.
En el marxismo y, por consiguiente, en Sendero, existía y existe una manera puramente “objetiva” de tratar los problemas humanos que sacrifica, a un ideal teórico de liberación colectiva de la humanidad, el destino de cada persona particular considerada como cantidad neglegible. Es un método que se niega a tomar en cuenta la cantidad humana, la pretensión a la existencia individual, la conciencia del “yo”, y que considera a cada hombre como un factor, positivo o negativo, que se puede utilizar o eliminar, un instrumento o un obstáculo en el camino de las conquistas revolucionarias. Este concepto que, por lo menos, tiene la ventaja de ser expresado claramente en una teoría analizable y, por lo tanto, susceptible de ser combatida, ha infectado, como el virus del sida, la mentalidad de todas las sociedades que se proclaman antimarxistas y herederas de una tradición “occidental y cristiana”. La diferencia esencial estriba sólo en el vocabulario; los primeros asesinan al individuo por las armas, los otros por la indiferencia. El poder pertenece a los sonámbulos.
Después de este ablandamiento, de esta reducción a la insignificancia, el enfermo, debilitado, se pone a flotar en el marasmo de la duda. “Si todo el mundo me acusa, quizá sea realmente culpable”.
Existe un procedimiento de acumulación de “pruebas” que ahoga al acusado. El simple hecho de ser requisitoriado o llevado frente a un comisario, un fiscal, un juez, constituye de por sí, una presunción de culpabilidad.
La declinación de las “generales de ley”, extraño término, que el escribano de servicio tipea laboriosamente ya nos devuelve al pecado original. El nombre del padre y la madre, el lugar donde uno nació, los estudios que uno hizo o no hizo, los olvidos y los recuerdos, todo este strip-tease obligado perturba al auténtico inocente que nunca tuvo la ocasión de pisar un pretorio, lo remite al universo oscuro de los antiguos tabúes que uno se exponía a transgredir sin conocerlos: “has pecado desde el seno de tu madre”. La civilización de los culpables, que es la nuestra, desempeña aquí un papel nefasto. Eres culpable y que todo el mundo lo es desde que Adán y Eva fueron expulsados del paraíso.
El inventario de detalles insignificantes e inconexos sirve para confeccionar un rompecabezas incoherente que se transforma en “prueba fehaciente”.
El aura que emana de las instituciones del Estado y, en particular del poder judicial, con sus símbolos, con sus ritos y encantamientos, es tan poderoso, que ejerce sobre los incautos e inocentes, una especie de hechizo.
Nicolás Berdiaeff describía muy bien este fenómeno al escribir en El reino del Espíritu y Reino del César: “El misterio del poder, el misterio de la obediencia de los hombres a quienes encarnan el poder, no ha sido, hasta hoy, suficientemente aclarado: ¿por qué un inmenso número de hombres que tienen la ventaja de la fuerza física se pliega a la voluntad de un hombre solo, o de un puñado de hombres, cuando estos hombres encarnan el poder? Hasta un simple agente de policía suscita otros sentimientos que un hombre vestido de paisano. Lo mismo que en el pasado, los hombres se inclinan a pensar que existe un sacramento del poder. Aquí se manifiesta evidentemente una supervivencia de la antigua esclavitud, que no ha sido enteramente superada ni en las democracias. Las autoridades del Estado pueden gobernar muy racionalmente al pueblo, pero al principio mismo del ejercicio del poder es perfectamente irracional”.
El embrujo, paradójicamente, no funciona con los alegres bribones que saben, por experiencias repetidas, con qué ingredientes se prepara la sopa; para los demás, es una tragedia: el desmoronamiento de la personalidad.
Se adivina la duda en la mirada esquiva de los conocidos, se escucha la famosa vox populi, la misma que condenó a Sócrates y reclamó la crucifixión de Cristo; voz santificada, ampliada todavía por los medios de comunicación masiva. La intimidad de la persona se ofrece a la curiosidad de los mirones como trapos de segunda mano desplegados en la vereda; uno espía, en sí mismo, las primeras manifestaciones de los síntomas de la lepra.
Kierkegaard lo resumía todo cuando decía: “El individuo, en su angustia, no de ser culpable, sino de ser considerado como tal, se convierte en culpable”.
La responsabilidad de los jueces es terrible porque clama, más ensordecedor que las manifestaciones de protesta o los motines, el silencio de los corderos.

Monday, April 17, 2006

Sobre los Hnos. Rodríguez:de las estructuras trágicas en el teatro, las discrepancias francesas e italianas y los trasvestismos de SorJuana en Castaño

Hace unas semanas (5, 6 y 7 de abril) asistí a un interesante y productivo Congreso internacional sobre teatro colonial realizado en mi alma mater. Fueron horas de escucha interesante y productiva frente a una gran cantidad de destacados investigadores de varios paises (España, México, EE.UU, ademas de los profesores de casa) cuyos trabajos sobre el teatro de la época colonial y cuyas interesantes ideas, sin duda, alimentan y enriquecen las que yo voy reflexionando e integrando diariamente y en todo momento a mi propio trabajo de investigación académica para obtener el grado de licenciatura en Literatura Hispanoamericana, justamente en temas de la colonia.
Después de la ingente cantidad de preguntas y notas que el propio Arellano se encargaba de calificar como sus "apostillas" o aportes dirigidos para los destacados panelitas y el público presente (el hombre repetía a cada momento: Quiero señalar una Apostilla; y culminada la siguiente mesa: Otra Apostilla para Ud., y así sucesivamente: una apostilla más y a mí me daba por reír en silencio por lo gracioso que se veía él al gustar y mentar tanto la bendita palabra :) . Voy a preguntarle a mi amiga Magda si la palabra es española o mexicana, porque yo generalmente no la utilizo y a mí como que me quedó la interrogante). Pero decía que después de tantas horas buenas y productivas, escuché algunas ponencias que me dejaron un sabor gaseoso que va entre el agrado, por lo provechoso de su intento comunicativo contrastado con la alta calidad de sus compañeros de mesa o ponencias que alcancé a escuchar; a la desazón, por las comunicaciones que pude escuchar y comprender y por las alusiones que no alcance a comprender del todo y que me impulsan a realizar una lectura exhaustiva y detallada de piezas teatrales como La Rodoguna, La muerte de Atawallpa, y Los empeños de una casa de mi amada Sor Juana Inés de la Cruz.
Desde ya estoy a la espera de la publicación de las Actas que los organizadores prometieron entregar, supongo, ahora con los cambios y modificaciones efectuadas ya en limpio. Mientras tanto, y a propósito de tres interesantes ponencias que me empujaron a buscar una "apostilla" meditada durante toda la Semana Santa, espero poder publicar un texto de Hubbert Lanssiers que me ha servido para comprender mi propio proceso kafkiano, para establecer un diálogo exacto con un trabajo que realicé hace un tiempo y que tal vez les ayude a ellos a aclarar sus recuerdos y posturas, y a meditar sobre lo que una persona reclama y necesita restaurar en sí misma cuando ha sido víctima de un terrible y ominoso acto de injusticia. Sé que los tres me leen, así que el texto irá para ellos a modo de lectura reflexiva que les permita continuar la Semana Santa en sus corazones, y porque no, ir a la carrera al confesionario y comulgar como se debe. Además, pienso publicar la ponencia ("Subjetividad intertextual en Reina de corazones de Jorge Eslava") que leí en noviembre del año pasado, en el mismo escenario al que asistí como ponente y en estos días como parte del auditorio. Espero publicarla en la semana en mis "Los trabajos..." a la par del texto de Lanssiers que menciono y se titula "El silencio de los corderos".
Guardo respeto a mis mayores, pero creo que algunos de ellos deberían pensar en dejarse de jueguitos absurdos y malévolos que se prestan a mayores incomunicaciones, y comenzar a hablar muy pero muy en claro. Tan fácil que resulta hablar como personas civilizadas que viven en una comunidad, tan fácil que es pedir extensas y sentidas disculpas y reconocer las propias faltas y yerros cometidos. Es un acto de justicia dejarse de canalladas y devolverle a los demás lo que se les ha quitado. Sé que mis "espero colgar pronto el texto" suenan más a los "aquisito nomás" de las hermosas paisanas de mi adorada abuelita materna, esas lindas compatriotas que cuando uno va de viaje al interior del país se aprestan a brindarte información sobre las localidades que buscas encontrar en la serranía con unos "aquisitos no más" que pueden durar mucho más tiempo y camino del esperado.
Pero en fin, estoy segura de que esta vez no tardaré tanto.

Otoño

Sunday, April 09, 2006

Hoy soñé contigo Nick, hace meses que no aparecías en mis sueños. Me has dejado una cálida sonrisa y una preocupación, también, ahora que no sé de ti desde tu despedida y yo a veces me siento impulsada a seguir escribiendo algunas cosas para ti como una mujer que monologa en solitario. Digo que hoy soñé contigo porque no fue anoche, sino hoy, poco antes de las cinco de la mañana en que mi hermana me despertó por el volumen a que había puesto el DVD de En el nombre de la Rosa.
En mis sueños un antiguo profesor nuestro daba una cátedra en inglés en los jardines de mi casa. Sí, ya lo sé, eso ocurre sólo en los sueños, pero deja que te siga contando. Él hablaba con una brillantez espectacular sobre una investigación que había hecho, sus palabras eran magníficas pero se entrecruzaban extrañamente con unas otras parecidas a las de Umberto Eco. Yo, que estaba dormida, desperté en mis sueños y salí de mi cuarto atraída por la curiosidad. Desde el balcón de mi piso pude verlo en el jardín de la casa dirigiéndose a los alumnos que llegaban a ella por no sé que puertas e iban llenado todos los alrededores del primer piso, el patio, el jardín y se colaban por las escaleras que daban a mi piso. Lo escuchaba desde allí, encantada, hasta que percibí una mirada muy fija en mi y volteé a mirar a un costado desde el lugar en que se proyectaba. Eras tú, eras el mismo y a la vez estabas distinto, pero eras tú. Tu mirada inspiraba el mismo efecto de siempre y yo huía la mía distrayéndola disimuladamente entre las otras personas que te acompañaban sin dejar de turbarme, sorprendida. Pero seguía viéndote, estabas delgado y habías dejado crecer un poco de barba en tu rostro, tenías el cabello no tan crecido, lo mantenías como en la última fotografía que antepusiste en la solapa de tu última carta. Permanecías sentado en uno de los lados del jardín , justo frente a mi balcón y muy cerca del profesor al que escuchabas con atención. Te veías muy bien Nicolas y el corazón me daba vuelcos mientras distraía la mirada por otro lado. En unos segundos que parecían eternos empezé a mirarte nuevamente y esta vez tú tampoco disimulabas que tus ojos eran para mí. El corazón me daba vuelcos calmos y dejaba de escuchar al profesor sin saber que hacer, si bajar al primer piso corriendo, si quedarme allí y esperar que tú subieras pues te habías levantado de tu lugar y parecía que ibas a subir o yo ir hacía ti. justo en ese momento el profesor empezó a hablar mucho más fuerte, esta vez sus palabras eran claramente las de Eco, o mejor dicho las de Sean Connery. Entonces desperté, mi Hna. veía la película y eras casi las cinco de la mañana. Desperté sobresaltada, con una sensación muy buena en el corazón, aunque triste por la interrupción. Quise seguir soñando y ya no pude conciliar ni continuar mi sueño. Poco después, salí de mi dormitorio a tomar fotografías al jardín, al paisaje de neblina que se colaba en el horizonte, al rato sentí frío y volví a mi cama. El cielo empezaba a ponerse de un suave celeste. No hace mucho me levanté pues no he podido conciliar el sueño, abordé a mi hna en la ducha, me dispuse a lavar mi rostro con un poco de jabón y a colocar Aquafresh en mi cepillo mientras miraba extrañada y sonriente el espejo del tocador. Mi hermana que siempre esta atenta a mis silencios me pregunto porque sonreía desde el espejo. Le respondí ¡Volví a soñar con Nicolas! No fue necesario que le dijera más, ella sabe que es razón suficiente.
Cayendo en la realidad ahora debo irme a votar, ya veremos quien sale y gobierna nuestro país los próximos años. Dios y las buenas decisiones nos iluminen. Mira que va saliendo un poco de sol, a lo mejor y las cosas salen bien hoy para todos.
Buenos días Nick, tal vez no nos volvamos a ver, empiezo a resignarme a ello. Al menos sé que ahora sabes que te quería, que mi corazón correspondía y aún se empecina en un sentimiento parecido al tuyo. Desde cuándo, no lo sé, seguramente a partir de algún momento que no puede delimitar con exactitud. Hace más de dos veranos que te piensa sin poder ponerle remedio a esa locura. Supongo que así es el amor y así este corazón que siempre me da sobresaltos. Ocurre lo inesperado cuando creo que ya estoy logrando olvidarte, de la nada pasan cosas que me dan la contraria. El corazón se empecina en verte, aunque sea en sueños.

Vanessa

Saturday, April 08, 2006

Neblina

Siento frío. No sé si eres tú el de la silueta que parece acercarse desde allá, tan lejos, en mis sueños...no, no sé si eres tú.
Tampoco sé si vendrás hoy, mañana, si me tomaras por fin de las manos sin decir palabras. No lo sé, hay tanta neblina esta noche, se cuela por mi ventana y no me deja dormir. ¿Volveré a verte Nicolas? No es posible ser Penélope ni esperar tanto tiempo.

Wednesday, April 05, 2006




"Ter problemas na vida é inevitável, ser derrotado por eles é opcional."
(Roger Crawford)




Envío de Jayme Tijolin

Sunday, April 02, 2006

Abril

Abril empieza con una sensación de tristeza sin ti, Nicolas. Otro mes que culmina y uno que se inicia sin poder verte, sin saber dónde estas, con quién caminas, si me extrañas alguna vez como yo lo hago a diario. Te extraño Nick, todos los días lucho en vano conmiga misma para olvidarte, pero tu recuerdo me vence, no me permite el olvido. Ya no puedo luchar, sólo aceptar lo que siento desde mi lado. ¿Me entiendes alguna vez?
Desde mi última carta sigo escribiendo otras tantas para ti sin poder enviarlas. Mi acostumbrado silencio, supongo, o probablemente por pudor, ya no lo sé. Ocupas largas páginas del cuaderno que me sirve de diario, varias páginas de mi vida que no puede despedirse de ti sin sentir agonía. Por eso nunca te digo adiós, creo que nunca podré hacerlo. No puedes irte, Nicolas, no puedes, no debes. Necesito volver a verte, tal vez entonces pueda al fin dejar de buscarte en la mirada de otros seres que pasan a diario por mi vida, sin poder llenarla. Me urge salir de casa, levantarme, dejar de dormir tantas horas, abrir las cortinas de mi cuarto para encontrarte. Necesito verte Nick, volver a verte y no decir palabras, hacer como cuando ya todo esta comprendido entre dos personas. Tal vez sólo sea necesario volver a vernos, abrazarme a ti, por fin, y dejar que me abraces.