Wednesday, July 12, 2006
Ana María había esperado aquel regreso durante varios meses, durante demasiadas horas que no detuvieron el tiempo para ser la misma siempre, para detener su vida y dejar que aquél la encontrara como aquella que fue, la que quedó allí varada entre el caminito de los senderos que bifurcaban para siempre sus vidas durante aquella lejana despedida. No, él nunca sabría de sus estaciones vacías, de las lágrimas por las noches abrazando la almohada, nunca la vería llorar con rabia y desconsuelo después de frenarle sus palabras aquel día, no podría saber lo que había acontecido en su corazón, ni de la tristeza ni de la rabia que la endurecía una vez y para siempre. Después de varios meses, había pensado que no podría esperar a nadie nunca más, que nadie podría valer la pena. Pero ese dolor y la pena se fueron disipando con el tiempo. Ella pretendió el olvido entre las caminatas por el boulevard y los malecones de aquella Magdalena del Mar, la vieja ciudad en cuyas calles acompañaba sus tardes. Había pensado tantas cosas, esto y aquello, esta y otra palabra que decir para negar y desterrarlo para siempre de su corazón...pero el tiempo le devolvía en sueños aquel abrazo que ella espero y que debió ser distinto a su regreso, que debió ser distinto a su regreso a pesar de todo...
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