Tuesday, July 25, 2006
Días de fiesta y de feria
Julio es mes de fiesta en el Perú. Su fecha central el 28 de julio, día en que se celebra la independencia nacional. En julio los colegios, universidades, institutos u otras intituciones privadas y estatales ingresan a una etapa de receso, dan inicio a las vacaciones que culminan la primera o segunda semana de agosto, o a veces duran poco menos. Es un mes de fiesta más allá del sentido patrio, la juramentación del nuevo presidente y los congresistas o el gran desfile militar en la Av. Brasil. Desde niña me acostumbré a ver todo ese movimiento durante este mes, veía llegar los circos de muchas parte del mundo, acrecentarse la actividad cultural, el movimiento en las calles y a salir yo misma de un mundo sumergido en una burbuja amable, comenzar mis vacaciones de la escuela primaria, la secundaria y, más tarde, las de la universidad.
Hace muchos años, durante este mes, se abría una gran feria llamada la Feria del Hogar, desaparecida hace varios años. Supongo que hoy existe, para algunos, un leve recuerdo de aquella feria que cerró por motivos accidentales y quien sabe económicos. Yo asistía a aquella feria, era un micromundo de fiesta en la que se reunían miles de familias de Lima y del interior del país para comprar algo más que artefactos eléctricos y otros productos para el hogar. En ella se realizaban espectáculos musicales y culturales, existían juegos mecánicos y otros sitios de diversión para los niños y la gente grande, era tiempo de reunión familiar, tiempo para olvidarse de los exámenes y el trabajo al menos por un corto tiempo. Recuerdo que los niños menores de doce años no pagaban su entrada y que los abuelitos también salían libres de la boletería, la alegría que provoca un parque de diversiones o lugares como aquél deberían ser gratuitos siempre. Recuerdo que yo nunca quería tener más de 11 años, que quería seguir siendo niña para siempre, pero nunca pude. Una suerte de ley de la gravedad que supone el crecimiento hizo presa de mí como a cualquier ser humano y ni modo. Llegaron los doce años y los siguientes también fueron sumándose uno a uno. No sé porque hablo hoy de la feria y aquellas cosas, nostalgia de algo supongo. Lima cambia constantemente, se moderniza y crece cada vez más. Lo que no cambia es que siguen llegando los circos y realizandose espectáculos en toda la ciudad, julio sigue siendo un mes de fiesta durante unas semanas.
Hoy, un gran cadena de supermercados ocupa el espacio que ocupaba aquella vieja feria. Pero creo, sin embargo, que el sentido de lo familiar no se ha perdido. No se cuándo dejé de ir a La Feria del Hogar. Recuerdo haber estado de viaje al interior del país cuando me enteré por la televisión de un gran accidente en sus instalaciones de San Miguel. Muchas fans de un dúo de chiquillos salseros la echó a perder?, no lo sé. Lo que sé es que murió gente aquella vez y al regresar a Lima creo que cerraron la feria o mamá no nos dejó ir. Lima había crecido y había cedido a otra suerte de ley grave: la explosión demográfica. Multitud de gente en un mismo espacio ya no cabía.
Esta ciudad ha seguido cambiando. Aquella feria no fue la misma los años siguientes, se crearon otras que tuvieron una vida estelar y luego decayeron, y de pronto, aquel lugar que ocupaba la vieja feria desapareció para convertirse en un gran cadena de supermercados que nunca he visitado. La última vez que asistí al lugar era la Feria del Pacífico o la Feria Internacional del Libro. No estoy muy segura. En estos días los días de fiesta continúan, las vacaciones también. No sé porque hoy me ha entrado esta suerte de nostalgia por aquel lugar que quien sabe nadie recuerde. Tal vez porque ayer fui a la otra feria, la XI Feria Internacional del Libro que se esta realizando en el Centro de Convenciones del Jockey Plaza en Monterrico; tal vez porque mientras caminaba sola por sus intstalaciones vi algunas familias, no lo sé. Más allá de la nostalgia, algo de todo ese mundo de la infancia se resume en ese otro pequeño mundo de feria que dura unos cuantos días. Tal vez esa sea la tristeza, la nostalgia. Tal vez sea que hoy se me vienen una ganas, una necesidad de extender los momentos familiares para que duren todo el año.
Hace muchos años, durante este mes, se abría una gran feria llamada la Feria del Hogar, desaparecida hace varios años. Supongo que hoy existe, para algunos, un leve recuerdo de aquella feria que cerró por motivos accidentales y quien sabe económicos. Yo asistía a aquella feria, era un micromundo de fiesta en la que se reunían miles de familias de Lima y del interior del país para comprar algo más que artefactos eléctricos y otros productos para el hogar. En ella se realizaban espectáculos musicales y culturales, existían juegos mecánicos y otros sitios de diversión para los niños y la gente grande, era tiempo de reunión familiar, tiempo para olvidarse de los exámenes y el trabajo al menos por un corto tiempo. Recuerdo que los niños menores de doce años no pagaban su entrada y que los abuelitos también salían libres de la boletería, la alegría que provoca un parque de diversiones o lugares como aquél deberían ser gratuitos siempre. Recuerdo que yo nunca quería tener más de 11 años, que quería seguir siendo niña para siempre, pero nunca pude. Una suerte de ley de la gravedad que supone el crecimiento hizo presa de mí como a cualquier ser humano y ni modo. Llegaron los doce años y los siguientes también fueron sumándose uno a uno. No sé porque hablo hoy de la feria y aquellas cosas, nostalgia de algo supongo. Lima cambia constantemente, se moderniza y crece cada vez más. Lo que no cambia es que siguen llegando los circos y realizandose espectáculos en toda la ciudad, julio sigue siendo un mes de fiesta durante unas semanas.
Hoy, un gran cadena de supermercados ocupa el espacio que ocupaba aquella vieja feria. Pero creo, sin embargo, que el sentido de lo familiar no se ha perdido. No se cuándo dejé de ir a La Feria del Hogar. Recuerdo haber estado de viaje al interior del país cuando me enteré por la televisión de un gran accidente en sus instalaciones de San Miguel. Muchas fans de un dúo de chiquillos salseros la echó a perder?, no lo sé. Lo que sé es que murió gente aquella vez y al regresar a Lima creo que cerraron la feria o mamá no nos dejó ir. Lima había crecido y había cedido a otra suerte de ley grave: la explosión demográfica. Multitud de gente en un mismo espacio ya no cabía.
Esta ciudad ha seguido cambiando. Aquella feria no fue la misma los años siguientes, se crearon otras que tuvieron una vida estelar y luego decayeron, y de pronto, aquel lugar que ocupaba la vieja feria desapareció para convertirse en un gran cadena de supermercados que nunca he visitado. La última vez que asistí al lugar era la Feria del Pacífico o la Feria Internacional del Libro. No estoy muy segura. En estos días los días de fiesta continúan, las vacaciones también. No sé porque hoy me ha entrado esta suerte de nostalgia por aquel lugar que quien sabe nadie recuerde. Tal vez porque ayer fui a la otra feria, la XI Feria Internacional del Libro que se esta realizando en el Centro de Convenciones del Jockey Plaza en Monterrico; tal vez porque mientras caminaba sola por sus intstalaciones vi algunas familias, no lo sé. Más allá de la nostalgia, algo de todo ese mundo de la infancia se resume en ese otro pequeño mundo de feria que dura unos cuantos días. Tal vez esa sea la tristeza, la nostalgia. Tal vez sea que hoy se me vienen una ganas, una necesidad de extender los momentos familiares para que duren todo el año.
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1 comment:
Hi Omar, un beso para vos y gracias por los ánimos. V
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