Wednesday, January 24, 2007

"Sábado 24 de agosto

Son raras las veces que pienso en Dios. Sin embargo, tengo un fondo religioso, un ansia de religión. Quisiera convencerme de que efectivamente tengo una definición de Dios, un concepto de Dios. Pero no poseo nada semejante. Son raras las veces que pienso en Dios porque sencillamente el tema me excede tan sobrada y soberanamente, que llega a provocarme una especie de pánico, una desbandada general de mi lucidez y de mis razones.“Dios es la Totalidad”, dice a menudo Avellaneda. “Dios es la Esencia de todo“, dice Aníbal, “lo que mantiene todo en armonía, en equilibrio, Dios es la Gran Coherencia”. Soy capaz de entender una y otra definición, pero ni una ni otra son mi definición. Es probable que ellos estén en lo cierto, pero no es ése Dios el que yo necesito. Yo necesito un Dios con quien dialogar, un Dios con el cual encontrar amparo, un Dios que me responda cuando lo interrogo, cuando lo ametrallo con mis dudas. Si Dios es la Totalidad, la Gran Coherencia, si Dios es sólo la energía que mantiene vivo el Universo, si Dios es algo tan inconmensurablemente infinito, ¿qué puede importarle de mí, un átomo malamente encaramado a un insignificante piojo de su Reino? No me importa ser un átomo del último piojo de su Reino, me importa que Dios esté a mi alcance, me importa asirlo, no con mis manos, claro, ni siquiera con mi razonamiento. Me importa asirlo con mi corazón."

Benedetti, Mario. La Tregua. Madrid: Ediciones Cátedra, 1986. pp. 130-131