Friday, June 03, 2005

Pando, Junio 2005

Para ti Carlos, porque dejabas que mi pensamiento
descanse en la comprensión de tus ojos
sin necesidad de palabras


Si después de tanto silencio quedara sólo conmigo
tu mirada desnuda acariciando mi alma
Si un abrazo blando oportuno
recorriera sin temor mi abrazo infante
no importarían las palabras
ni el dolor
ni el desorden en los pasos tuyos
ni ambicionar perfección en la torpeza
e ignorancia de los míos
La felicidad completa en tu presencia sería entonces
a pesar del daño en la demora y la espera vana
Si destrozaras de una vez lo que comprendo con tardanza
Si el riesgo de un abrazo tuyo aprendiera a amar con ternura lo que hay en mi de llanto
ahora que hay respuesta en lo que busco
La vida sería suficiente
me bastaría la presencia de tus ojos
porque no es posible para mi renuncia alguna si tú existes

Vanessa

Junio, 2005
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El silencio comprensivo que me acompañaba era suficiente entonces, posible la vida y salvadora también las tardes compartidas, aún las miradas que asienten cuando han comprendido pero no atinan a decir más nada, sólo callar. La mudez ha sido tantas veces más real y tantas veces más alentadora que el amor en las palabras que un otro me regala y luego muda sus sentidos, que he aprendido a valorar esas tardes silenciosas, aún cuando ahora tantas cosas hayan cambiado tanto.
Estarás siempre en mi corazón bipartito y vos lo sabes, a pesar de las distancias y todas aquellas cosas no dichas pero comprendidas. Necesito despedirme, como se despide tu recorrido por mi casa asentada frente a ese mar que tanto me llama. Ojalá no quede duda que perdurarán siempre todas esas tardes, y aún las noches cuando no exista más la ciudad y yo haya quedado completamente sola pues el recuerdo hará posible mi camino; quedará tu complicidad en mis desencuentros descorazonados y en ese amor que nunca encuentra piso porque exige demasiado de la vida. Todo seguirá conmigo a pesar de las despedidas que cuestan tanto cuando no se ha aprendido a dejar ir; quedará también esa huella de tu mano extendida una vez para sostener la mía que asida a ese vacío tantas veces mío, y el recuerdo hermoso de tu presencia cuando apenabas llegaba la timidez de aquel niño que ha remecido tanto lo que soy y aún toda la promesa encerrada en el futuro incierto de lo que no he sido.

21 de octubre, 2005