Wednesday, December 21, 2005

Anoche salió el sol

Magdalena del Mar, martes
Querido Nick:
Espero que te encuentres bien estos días. Por aquí se mantienen algunos últimos días de frío, el invierno tarda en irse pero parece que el verano vendrá pronto. Las noticias son escasas por aquí, sin embargo mantengo la fe de que todo este bien en tu ciudad hasta tener nuevas misivas.
Ví a las nenas por la noche, llegué tarde como he estilado hacer en los últimos años, pero a Edith y Jaqui no les importó. La nenita me miró con sus bellos ojos al llegar a casa, me besó y mantuvo abrazada el tiempo que duró mi estancia allá y con ese gesto suyo hizo que la noche fuera suficiente para darle un poco de sol a mi vida, para recuperarte con todo ello un poco. El mar sigue siendo mío, pensé, y me abracé también a Jaqui con todas mis fuerzas. Quizá por eso hoy quería escribirte desde esta ciudad distante en la que mendigo tus cartas, escribirte para que tengas noticias mías mientras guardo la esperanza de que leas mis palabras, aunque finalmente me niegues la llegada de las tuyas. No pretendo justificación alguna de mis actos, pero necesito que sepas algunas cosas que había mantenido ocultas tras mis silencios, para que me comprendas...no lo sé, solo sé que necesito decirte cosas. Decirte por ejemplo que yo no tengo la culpa de lo que ha pasado. No podía ser feliz a costa de la infelicidad de otros, no podía. Esa es la única lealtad que no podía dejar de cumplir, aún a costa de mi propia infelicidad. Creo que esa parte de mi naturaleza la intuiste siempre, aunque no lo sé con certeza.
Quería decirte que tal vez por eso nunca pudo elegir mi corazón bipartito y preferí evadirlo todo quedándome en silencio. Quede inmovilizada, haciendo y deshaciendo mis manos perdidas en un hilo de angustias. Esa indecisión se cimentó en un hecho que nunca te revelé. Una vez te vi mirarla, no sé si te diste cuenta, pero te vi mirarla cuando llegó. Entonces pensé que aún tenías algo de ella en tu corazón. Y después de ese dolor punzante fue la tristeza de verla a ella haciendo lo que hacía al verme, mirarme de ese modo, con todo aquello que ella conocía de ti y que yo ignoraba. Yo te amaba, no me importaba saber más y me dolía demasiado todo aquello. Conocía únicamente tu mirada y las pocas cosas dichas a través de ellas, las pocas cosas compartidas cuando apenas empezabamos a conocernos y tú te acercabas por fin a mí después de tantos años de caminos llenos de casualidades. Fue extraña la sensación de observar aquello entonces, tú mirándola a ella. No sé si era tristeza, celos, rabia, no lo sé, sólo sé que agache la cabeza, cerré los ojos y ya no te miré más. Sentí que debía apartarme y seguir otro camino aunque tú demostraras que me querías o que sentías algo que yo aún no sabía que era, sólo ese dolor latiendo en el corazón. Aunque no fuese nada aquello, tus ojos me dañaban desde aquella vez en que se cruzaron casualmente con los míos en silencio ¿Lo recuerdas? Yo no sabía quién eras, no me importaba. No sabía cuantos años tenías, el lugar donde vivías ni toda tu historia pasada. No sabía que tú trabajo era vivir y leer libros en una biblioteca, mientras mirabas a la gente y tratabas de leerles el pensamiento. Tampoco supe a tiempo que fuiste un ángel que llegó así de improviso a mi vida, cuando yo me líaba con una soledad insoportable en medio de un desierto de gentes. Con el tiempo fue cruzarme contigo siempre por varios lugares de la casa, cruzar apenas unas cuantas palabras, alguna vez un saludo silencioso y esas dos veces que estuvimos juntos sentados en las escaleras del colegio, callados, sonriéndonos las palabras. Yo siempre creí que aquellos encuentros cotidianos contigo habian sido casuales. No, no sabía lo demás.
Me acompañabas en silencio mirándome desde lejos, con esa tu figura sobresaliendo entre las otras. Fue así que empecé a conocerte, ¿lo recuerdas? Yo no sabía que me descubriste antes que yo te descubriera a ti, no sabía de tus caminatas circulares, apenas de tu mirada sincera, dialogando conmigo sin palabras.
No sé en que momento, en que tiempo exacto tu mirada amable comenzaba a perseguirme en sueños, y yo empezaba a adorar como una chiquilla tus ojos. Me volvías una muchacha infiel que empezaba a dejar para siempre sus miedos y se encontraba en tu mirada, sentía que la comprendías y empezaba a temblar nerviosa por la forma insistente con que la mirabas. Dolía adentro Nick, lo suficiente como para no darme cuenta de las otras cosas.
No ha sido fácil para mí todo esto, creeme. Siempre los desencuentros, siempre los tropiezos y el dolor causado por mi culpa o por la tuya. Pero fue así, y cuando empezaste a dañarme aprendí a disimular el dolor, aprendí a no mirar más y alejarme a pesar que, ahora sé, te amaba. Tú llegaste sin que yo me diese cuenta de nada, sucede así supongo, y sucede sobre todo que una nunca lo advierte cabalmente cuando ocurre por primera vez. Esa indecisión ha sido siempre mi lado del océano Nikolas, aún ahora que me castigas con el silencio y la partida, y yo espero aquí las cartas que quiero creer perdidas en alguna oficina postal desde donde me las has remitido. Así sucede en tiempos de guerra me dijeron alguna vez en el correo, las cartas se pierden en diversas ciudades, no llegan a tiempo o simplemente no llegan, incluso las personas se pierden para siempre o ya no son las mismas cuando todo ha terminado y se hace preciso el regreso. Incluso algunas no vuelven. Esa es la vida que hemos llevado después de todo, siempre escondiendo en nosotros lo que guardamos en silencio por temor a arriegar demasiado.
Quiero decirte que no quiero esperar el otoño sin saber de ti, la angustia suele destrozarme todos los días desde la misma mañana en que marchaste de mis sueños para algún país nórdico lejano, mientras yo despertaba temprano sin poder retroceder el tiempo para decirte a los ojos que te quería, que hubiese querido acompañarte en la partida como única promesa atada a todo regreso, pero que mi orgullo hizo difícil esa palabra aún cuando me despertabas con tu ausencia tan de mañana. Esa madrugada al despertar, la mañana en que partías supe que había errado, pero ya nada podía hacer, ya nada puedo hacer ahora. Hasta ayer, me sentía cansada de batallar tanto con el cielo, durante tantos y tantos días, que se hacen meses, no sé si años. Pero anoche salió el sol con ese abrazo, y ese nuevo nacimiento le abre las puertas a una poquita de dulzura que me sabe a esperanza.
Ojalá esta nueva carta si llegue y tenga respuesta. No podré escribir ni una más. Aún si no la respondes o si esta nuevamente se pierde en alguna oficina postal sin llegar a tus manos. Quiero decirte que estas en mi corazón y que permanecerás aquí hasta que se apiade de mí el olvido, pues este es el único lugar donde puedo mantenerte cerca sin temor a extravíos.
Tuya.
M.

De Cartas a Carmen

2 comments:

Vanessa Soldevilla said...

Hola Rodolfo :)
Sí, dejé un coment en tu blog el día que lo descubrí en la red y estaba a punto de salir...le di el click al post sobre la tuya tristeza y zas, caí en tus redes :)Te llamabas Vaquita triste en ese blog, ojalá algún día me digas el porqué de tu adscripción a lo vacuno ;) y también la causa de tanta metamorfosis. Visitaré tu nuevo "cubil" (suena fuerte ese nombre).
Espero que tengas pronto tu nuevo monitor para que puedas leerme y mandarme los comentarios detallados que prometes. Estaré al tanto. Saludos.
Vanessa

Vanessa Soldevilla said...

Supongo que sucede así con esa suerte de mil y un personas que somos por dentro, a menudo distintas, pero siempre la misma. Yo he querido y quiero seguir llamandome Vanessa en este blog tal cual soy cotidianamente, aunque debajo de ese nombre esten siempre presentes y en completa transformación las diferentes facetas de la persona que soy. Ojalá que con el tiempo llegue a comprender las circunstancias tuyas, o ese temor a mostrarte por tu nombre "real", aunque eso sea lo de menos, estas del otro lado y eso es lo más importante. Gracias por estar allí y por volver.

Releí mi post "Lamentos" y el ensayo de Cortázar (Julio es uno de mis preferidos, gracias por la recomendacion de Del sentimiento de no estar del todo, no lo había leído antes y me gustó hacerlo).
Aquel post, "Lamentos", tiene una exacta relación con cierto sentimiento recurrente de tristeza que siempre vuelve y al que siempre vuelvo. No sé si ese estado recurrente sea por fuerza de costumbre, creo, más bien, que por fuerza de las circunstancias de la vida que he llevado...
A diferencia de Cortázar, estaba pensando que definitivamente estoy adscrita desde mi experiencia a un extrañamiento que se aleja por completo de lo lúdico, inclinada mas bien a esa otra sensibilidad que mi estimado Julio ha llamado "trágica", aunque me suene descolocada la palabra desde aquí. No creo ser feliz en mi infierno, no creo poder jugar con él, y por eso escribo lo que escribo. Tal vez para sacar algunas cosas de mi, arrojarlas fuera, cuando se me hace insoportable retenerlas dentro. Arrojar aquello en una página me permite aminorar el dolor, de allí que no sea ni pretenda ser nada buena con la técnica, ni este interesada por completo en ella. La excentricidad lúdica de Cortázar es una variable que me acerca y a la vez aleja de él; lo uno, por lo que hay en él de infantil, de niño-monstruito en perpetuo conflicto con el adulto que se es o se llega a ser de modo inevitable; lo otro, porque el ludismo, como te dije, no es lo mío. Sin embargo, puedo comprender y compartir ese estarse ubicado en un margen de excentricidades y descolocamientos que nos llevan a pensar en algún momento que somos raros, distintos, no parte del acomodo reglamentario del común mortal, ese sentimiento me acerca a Cortázar, además de la pasión por los gatos ;)
Tu coment eleva a un grado que no pensé mi post, que es más bien de índole sencilla, centrada en cierto sentimiento de perdida de la inocencia infante a la que no he logrado reponerme del todo. Esa esa la caída de la que hablo, una caída ciertamente dolorosa y real para mí.

Gracias por leerme. Ahora mismo colocaré un link con tu blog en mi página.
Saludos. Te seguiré leyendo.
Vanessa