Friday, March 17, 2006

“Tu mihi sola domus,
tu, Cynthia, sola parentes,
omnia tu nostrae tempora laetitia.”*
Sixto Propercio. Elegías.

Empieza a tardar la llegada del sol estos últimos días de verano, Nicolas. La ventana de mi habitación despierta adormecida por una neblina que cae desde el cielo y se asienta sin razón por todos sus lados, opacándola. Con ese acaecer, el patio de mi morada parece ser un nuevo lugar para recomenzar el frío, creo que necesitaré desempacar más edredones y mantas para las noches que amenazan llegar a esta vieja casa. Pienso, porque ese es el constante estado que se sujeta en mí cada día que te recuerdo, que un claro tempo lento nunca sonó tan triste, tan reducido, tan corroído por los endurecimientos y elevaciones de tu sensualidad, esa que te empeñas en pintar como si fuese sustancial, sin serlo. Me aterra la elección de cualquier pensamiento trivial utilizado para ilustrar la esencia de un bello momento de luna, pero no me importa si otros lo hacen, no lo tolero en ti. No te has dado cuenta que fue ese burdo refinamiento tuyo lo que nos separo, ¿verdad? Podría haber sido distinto, todo podría haber marchado bien, pero... No, no me interesa alimentar fugacidades en el corazón, no es ese el lugar que yo espero.
Los libros acumulados en mi mesa de trabajo nunca me miraron con tanta tristeza ninguna mañana. Y tus cartas, qué decir de tus cartas...empiezan a hacerse agua, a borrar lo bello que había en ellas, las palabras que le regalabas a este corazón que se creía comprendido por el tuyo. Entonces, ¿me he engañado, Nick? ¿entonces, ni nunca fuiste Propercio?, ni siquiera aquel último viernes de julio en que esperabas ansioso verme llegar para presentarme tus cartas y yo, nerviosa y emocionada, dejaba de correr antes de llegar a aquel dintel. ¿Ni antes?, cuando me tenías presa en tu mirada y yo, después de mucho tiempo sin saber qué hacer, atiné a preguntarte la razón desde un poema distante que aquel dormido encendedor de lámparas descubrió. Ni aquella vez que tus primeras cartas llegaron a mis manos como si fuesen una respuesta, aquella que te leía por tres noches seguidas envuelta en lágrimas pues con cada palabra creía que me llamabas Cintia.

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*“Tú sola eres mi casa Cintia,
solo tú, mis padres;
tú, todos los momentos de mi dicha”

3 comments:

Vanessa Soldevilla said...

Nicolas: yo aquí hablando de mitos y traducciones.
Seguramente sabes que a sor Juana le tomo unas semanas aprender latín. Bueno, ese es uno de lo hechos biográficos que no deja de admirarme y sorprenderme en la ilustre monja mexicana.
A diferencia de ella, a mí me tomo 3 ciclos tomar los aprendizajes básicos, entiéndase: año y medio. Curso demandante, sin duda alguna. Después de estos no quise saber de Latín 3 y 4, los otros cursos que deben llevar los compañeros de linguística en la U., llevarlos hubiera sido todo un acto heroico para mí, y yo preferí las pequeñas hazañas cotidianas y la de los otros cursos de literatura. La anterior traducción mantiene mis dificultades para encajar el dativo del pronombre personal (mihi), por ejem. ¿Existe una mejor traducción para la cita?, pues si, seguramente tu me darías otra. Mientras tanto, te dejo una más:

"Tú sola eres mi patria, Cintia
tú sola mis padres;
tú, todos los instantes de mi dicha"

Gabriela Zayas said...

Propercio es uno de mis escritores favoritos. Las traducciones son un problema. Algunas no alcanzan a decir lo que él dice.
Vanessa, me gusta tu escritura.
Besos.

Vanessa Soldevilla said...

Gabriela :), buenos días!
Me alegra saber que también gustes de Propercio. Traducir latín no es fácil, traducir poemas peor aún, y ello ocurre en cualquier idioma y con cualquier buen poeta. Gracias por el coment, adoro tu blog y sobre todo aquel post sobre mujeres lectoras. Es bellísimo!!
Un beso para ti desde Lima.
Vanessa