Saturday, October 14, 2006
Nota y miscelánea
* Dada la celebración familiar de fin de semana suspendo el post sobre Lévinas para después. Hay tanto que escribir sobre él que creo que todavía tengo que seleccionar las cosas más importantes para cuando haya tiempo holgado para un bonito post. Tal vez podría seguir adelantando que todos estos días han sido muy productivos y enriquecedores, escuchar a Catherine Chalier no lo ha sido menos. Creo que hay tanto que contar sobre las ponencias escuchadas, sobre un hermoso y amable mensaje humanista que prefiero por ahora dejar reposar varias cosas, seguir esperando la comunicación de una persona querida, comer torta con mis sobrinos y hermanos para disponerme otro día, entre horas que le robo a la tesis, a escribir sobre las más importantes.
Hasta que llegue el momento de hacerlo y colocar el post, se me ocurre dejar a modo de miscelánea aquella ponencia peculiar de Mario Montalbetti durante el primer día del Coloquio. Un compañero de la U. al que vi el último día de la actividad y que casualmente también se llama Emmanuel, me preguntó sobre eso pues al parecer lamentaba haberse perdido esa ponencia. De modo que a la hora del break mientras yo disfrutaba de una bolsa de tor-tees y él de su cigarro, le fui contando con cierto detalle y entre sonrisas la gracia aquella del primer día. Así que aquí también la comparto alegronamente a modo de miscelánea.
La ponencia de Montalbetti se titulaba “Del amor al otro al amoral otro”. Personalmente creo que él fue muy gracioso desde el principio, pero cada persona que asistió ese día podría dar una versión más o menos rigurosa y/o distinta a la mía. Allí va.
Al empezar su discurso, el poeta dijo que no era filósofo pero que hablaría del lenguaje dado que su asunto era "la filología y el comercio con las palabras", que, además, creía que no amaba a la sabiduría como los filósofos sentados allí, pero que como había leído a Lévinas, sentía que tenía derecho a hablar sobre las palabras, su "negocio". En fin, yo emocionada e impresionada por su imponente presencia. Él vestía cabello entrecano, un terno interesante y una actitud de intelectual consumado bajo sus lentes, que no era para menos, así lo escuchaba intrigada desde la segunda fila. Antes de empezar a leer su ponencia agregó: Voy a hacer uso de un "gesto levinasiano, hacer uso de una excusa para hablar ante ustedes". Verán “dado que casi lo mejor de mi ponencia es el título, quiero intentar establecer un contenido interesante que llene las expectativas que de seguro genera".
¿De adivinos?, no lo creo. Pero de hecho que toda la gente en el auditorio teníamos muchas expectativas, las tenía yo y lo escuchaba con atención y seriedad después de la excelente presentación que le hiciera el moderador de la mesa (el hombre que lo hizo poseía una seriedad única al hablar del Montalbetti poeta y el amigo lector de Lévinas, que me hacía pensar que iba a escuchar a El gran lector del filósofo). Pero… “El título va más allá de las diferencias tipográficas: el amor al otro v/s el amoral otro; más allá de un juego tipográfico al hablar de dos cosas distintas”, continúo; enseguida empezó a realizar todo un despliegue de una interesante capacidad de análisis sobre la disposición de la estructura sintáctica de su título y las diferencias de sentido generados a partir de la construcción: sustantivo masculino (amor) + artículo + preposición en el "amor al" v/s el juego con el adjetivo "amoral" que suponía algo más que un simple juego tipográfico, como el decía. Ello de hecho logró el objetivo de ganarse la atención de su público cada vez más interesado en lo que a continuación diría; es decir, ¿a qué venía el título desde la perspectiva de Lévinas, pues? A continuación siguió hablando sobre "la responsabilidad del decir" frente al lenguaje y sobre "la dificultad de hablar cuando se vive en abundancia de palabras", y hasta allí todo bien. Pero de pronto, por alguna razón a la que no logré seguirle el hilo empezó su “gran digresión”. Comenzó a comentar sobre el tema de las congresistas que hablaron en quechua/aymara en el Congreso de la República, y como él mismo advirtiera que sus palabras podrían "herir susceptibilidades" en algún allegado a los intereses de aquellas Madres de la Patria, señaló que iba a “contar un chiste para distender los ánimos en el ambiente”. En el auditorio se dejaron sentir muchas risitas y recuerdo que anoté esa idea en la memoria: Vane, cuando cometas burradas, acuerdate de contar un chiste para "distender los ánimos" de la gente que te escucha. El caso es que Montalbetti continúo la ponencia haciendo un análisis ingenioso de un chiste que provocaba sonrisas, no sé si de miedo, dado que ya muchas personas no empezábamos a entender a qué venía el rollo y qué relación tenía con Lévinas. Mi compañera de asiento y yo, algunas personas de mi fila en el auditorio, al menos, nos mirábamos sonrientes e interrogantes de cuando en cuando.
Igual, creo que lo que me impactó es que el poeta tenía una habilidad increíble para ir desmenuzando sus ejemplos e ir relacionándolos desde una perspectiva de análisis súper florera que ya bueno, a ver qué sigue, y dale a seguir escuchándolo todo el tiempo que se explayó en lo del chiste. De modo que después de un rato, una vez finalizado el chiste sobre las dos copas y los dos amigos que van a beber a un bar, después de hacer gala de una tremenda capacidad para relacionar diferentes cosas con su no tan “pequeña” broma distensora, terminó realizando una suerte de "análisis lacaniano" de "la amoralidad del otro" a partir del famoso y mediático “cabezazo de Zidane”; a lo que agregó, además, otros temas futbolísticos que le llevaban a tildar el cabezazo como un “acto de trasgresión del orden simbólico”.
El asunto es que, de algún modo, tal vez intencionalmente o tal vez sin darse cuenta, terminó perdiendo de vista a Lévinas y creo que también al Coloquio de filósofos, si es que alguna vez lo tuvo en vista durante la ponencia, es decir, más allá de lo lingüístico y la idea sobre la "responsabilidad" del decir. De hecho su despliegue analítico sobre la palabra me hizo ver que podría ser un excelente filólogo, no soy lingüísta de modo que si me equivoco no importa. Al menos quedé convencida de su genialidad y elocuencia discursiva al ver su performance en el auditorio. Personalmente me pareció un tipo de una peculiaridad interesante, un sujeto para nada ordinario.
Al margen de ese detalle disgresor de la ponencia, que a lo mejor alguién que atendió mejor llegó a comprender a qué iba, creo que Montalbetti tuvo una participación muy amena, con decir que hasta me enteré de que es hincha del Sport Boys del Callao cuando le respondía entre sonrisas a una persona del público que ya no se qué le preguntaba, pues yo al igual que mi compañera de asiento estábamos que nos moríamos de la risa al escuchar a sujeto tan peculiar. En la primera fila las sonrisas eran compartidas por otros filósofos que reconocí entre el público, por lo general profesores de filosofía en la universidad. Aunque claro, la seriedad no faltó y un par de personas de seño adusto, y al menos uno de ellos con cara de filósofo, le achacaron cosas como: “Todo muy interesante sobre lo que usted señala señor Montalbetti, pero su interpretación sobre el cabezazo de Zidane se aleja y realiza en todos los casos una lectura completamente opuesta a la filosofía de Lévinas”. Él poeta aceptó la corrección y dijo que en todo caso era "una lectura correctamente lacaniana la suya" y lanzó otro chiste que matizaba su respuesta como para aceptar el asunto a base de puras sonrisas. Yo, de hecho, continúe sonriéndo junto a la señora agrónoma que se sentó a mi lado y a mucha gente del público, pues la cosa resultaba divertida. La anécdota es que, carambas, ese día regresé sonriente a casa y pensando en que los filósofos y los poetas también podían tener un buen sentido del humor, aún en las situaciones que podrían entenderse, siempre, como de contenido estrictamente serio :)
Bueno eso es todo por ahora, ya postearé sobre Lévinas la próxima semana apenas se me dé un tiempo. Buen fin de semana a tod@s, sean felices y coman perdices.
Hasta que llegue el momento de hacerlo y colocar el post, se me ocurre dejar a modo de miscelánea aquella ponencia peculiar de Mario Montalbetti durante el primer día del Coloquio. Un compañero de la U. al que vi el último día de la actividad y que casualmente también se llama Emmanuel, me preguntó sobre eso pues al parecer lamentaba haberse perdido esa ponencia. De modo que a la hora del break mientras yo disfrutaba de una bolsa de tor-tees y él de su cigarro, le fui contando con cierto detalle y entre sonrisas la gracia aquella del primer día. Así que aquí también la comparto alegronamente a modo de miscelánea.
La ponencia de Montalbetti se titulaba “Del amor al otro al amoral otro”. Personalmente creo que él fue muy gracioso desde el principio, pero cada persona que asistió ese día podría dar una versión más o menos rigurosa y/o distinta a la mía. Allí va.
Al empezar su discurso, el poeta dijo que no era filósofo pero que hablaría del lenguaje dado que su asunto era "la filología y el comercio con las palabras", que, además, creía que no amaba a la sabiduría como los filósofos sentados allí, pero que como había leído a Lévinas, sentía que tenía derecho a hablar sobre las palabras, su "negocio". En fin, yo emocionada e impresionada por su imponente presencia. Él vestía cabello entrecano, un terno interesante y una actitud de intelectual consumado bajo sus lentes, que no era para menos, así lo escuchaba intrigada desde la segunda fila. Antes de empezar a leer su ponencia agregó: Voy a hacer uso de un "gesto levinasiano, hacer uso de una excusa para hablar ante ustedes". Verán “dado que casi lo mejor de mi ponencia es el título, quiero intentar establecer un contenido interesante que llene las expectativas que de seguro genera".
¿De adivinos?, no lo creo. Pero de hecho que toda la gente en el auditorio teníamos muchas expectativas, las tenía yo y lo escuchaba con atención y seriedad después de la excelente presentación que le hiciera el moderador de la mesa (el hombre que lo hizo poseía una seriedad única al hablar del Montalbetti poeta y el amigo lector de Lévinas, que me hacía pensar que iba a escuchar a El gran lector del filósofo). Pero… “El título va más allá de las diferencias tipográficas: el amor al otro v/s el amoral otro; más allá de un juego tipográfico al hablar de dos cosas distintas”, continúo; enseguida empezó a realizar todo un despliegue de una interesante capacidad de análisis sobre la disposición de la estructura sintáctica de su título y las diferencias de sentido generados a partir de la construcción: sustantivo masculino (amor) + artículo + preposición en el "amor al" v/s el juego con el adjetivo "amoral" que suponía algo más que un simple juego tipográfico, como el decía. Ello de hecho logró el objetivo de ganarse la atención de su público cada vez más interesado en lo que a continuación diría; es decir, ¿a qué venía el título desde la perspectiva de Lévinas, pues? A continuación siguió hablando sobre "la responsabilidad del decir" frente al lenguaje y sobre "la dificultad de hablar cuando se vive en abundancia de palabras", y hasta allí todo bien. Pero de pronto, por alguna razón a la que no logré seguirle el hilo empezó su “gran digresión”. Comenzó a comentar sobre el tema de las congresistas que hablaron en quechua/aymara en el Congreso de la República, y como él mismo advirtiera que sus palabras podrían "herir susceptibilidades" en algún allegado a los intereses de aquellas Madres de la Patria, señaló que iba a “contar un chiste para distender los ánimos en el ambiente”. En el auditorio se dejaron sentir muchas risitas y recuerdo que anoté esa idea en la memoria: Vane, cuando cometas burradas, acuerdate de contar un chiste para "distender los ánimos" de la gente que te escucha. El caso es que Montalbetti continúo la ponencia haciendo un análisis ingenioso de un chiste que provocaba sonrisas, no sé si de miedo, dado que ya muchas personas no empezábamos a entender a qué venía el rollo y qué relación tenía con Lévinas. Mi compañera de asiento y yo, algunas personas de mi fila en el auditorio, al menos, nos mirábamos sonrientes e interrogantes de cuando en cuando.
Igual, creo que lo que me impactó es que el poeta tenía una habilidad increíble para ir desmenuzando sus ejemplos e ir relacionándolos desde una perspectiva de análisis súper florera que ya bueno, a ver qué sigue, y dale a seguir escuchándolo todo el tiempo que se explayó en lo del chiste. De modo que después de un rato, una vez finalizado el chiste sobre las dos copas y los dos amigos que van a beber a un bar, después de hacer gala de una tremenda capacidad para relacionar diferentes cosas con su no tan “pequeña” broma distensora, terminó realizando una suerte de "análisis lacaniano" de "la amoralidad del otro" a partir del famoso y mediático “cabezazo de Zidane”; a lo que agregó, además, otros temas futbolísticos que le llevaban a tildar el cabezazo como un “acto de trasgresión del orden simbólico”.
El asunto es que, de algún modo, tal vez intencionalmente o tal vez sin darse cuenta, terminó perdiendo de vista a Lévinas y creo que también al Coloquio de filósofos, si es que alguna vez lo tuvo en vista durante la ponencia, es decir, más allá de lo lingüístico y la idea sobre la "responsabilidad" del decir. De hecho su despliegue analítico sobre la palabra me hizo ver que podría ser un excelente filólogo, no soy lingüísta de modo que si me equivoco no importa. Al menos quedé convencida de su genialidad y elocuencia discursiva al ver su performance en el auditorio. Personalmente me pareció un tipo de una peculiaridad interesante, un sujeto para nada ordinario.
Al margen de ese detalle disgresor de la ponencia, que a lo mejor alguién que atendió mejor llegó a comprender a qué iba, creo que Montalbetti tuvo una participación muy amena, con decir que hasta me enteré de que es hincha del Sport Boys del Callao cuando le respondía entre sonrisas a una persona del público que ya no se qué le preguntaba, pues yo al igual que mi compañera de asiento estábamos que nos moríamos de la risa al escuchar a sujeto tan peculiar. En la primera fila las sonrisas eran compartidas por otros filósofos que reconocí entre el público, por lo general profesores de filosofía en la universidad. Aunque claro, la seriedad no faltó y un par de personas de seño adusto, y al menos uno de ellos con cara de filósofo, le achacaron cosas como: “Todo muy interesante sobre lo que usted señala señor Montalbetti, pero su interpretación sobre el cabezazo de Zidane se aleja y realiza en todos los casos una lectura completamente opuesta a la filosofía de Lévinas”. Él poeta aceptó la corrección y dijo que en todo caso era "una lectura correctamente lacaniana la suya" y lanzó otro chiste que matizaba su respuesta como para aceptar el asunto a base de puras sonrisas. Yo, de hecho, continúe sonriéndo junto a la señora agrónoma que se sentó a mi lado y a mucha gente del público, pues la cosa resultaba divertida. La anécdota es que, carambas, ese día regresé sonriente a casa y pensando en que los filósofos y los poetas también podían tener un buen sentido del humor, aún en las situaciones que podrían entenderse, siempre, como de contenido estrictamente serio :)
Bueno eso es todo por ahora, ya postearé sobre Lévinas la próxima semana apenas se me dé un tiempo. Buen fin de semana a tod@s, sean felices y coman perdices.
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2 comments:
Es mejor escuchar a alguien ameno, que escuchar a alguien que da todo un discurso académico interminable.
Qué bien tener la oportunidad de oir a alguien hablar sobre Levinas.
Oh Magda :)
Es cierto, Montalbetti fue ameno, queda lo suyo como una grata anécdota del primer día del Coloquio. Todo lo mejor ha seguido después, tengo un post pendiente al respecto.
Conocer de Lévinas es lo mejor que me ha pasado y que puede pasarle a cualquier persona interesada en las Humanidades.
Un abrazo enorme para ti, siempre llegas a mi casa en los momentos en que necesito de cierta compañía.
Cariños y un besito por eso.
Vanessa
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